ENTREVISTAS

Celino Gracia Redondo: «El fútbol tiene la capacidad de cambiar a las personas»

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Celino Gracia Redondo (Huesa del Común, Teruel, 1957) fue árbitro durante ocho temporadas en Primera División y pitó cerca de 30 partidos internacionales. Sus recuerdos forman parte de la historia del fútbol español: ha vivido el juego desde dentro, ha animado al Real Zaragoza y ha acompañado a la selección en su ciclo ganador. Celino Gracia habló con El Gol del Cierzo y contó algunas de las anécdotas más importantes de su carrera: sus inicios en la profesión, el famoso partido de Tenerife, su relación con Butragueño o Stoichkov… En la primera de tres entregas, Celino Gracia repasa sus años en el arbitraje.


 

El árbitro es la única parte del juego que no tiene una afición que le siga.

¿Cómo empezó en el mundo del arbitraje?

Empecé siendo árbitro de voleibol. Estaba en el colegio San Pablo, que en su momento fue un centro cultural impresionante. Me dijeron que si arbitraba podía sacar algún dinero. Empecé por eso, para qué nos vamos a engañar. Fui el árbitro más joven a nivel nacional. Un buen día estaba arbitrando voleibol y vino César Hidalgo, que pitaba en Regional Preferente, y me preguntó si a mí me interesaría arbitrar fútbol. “Supongo que será lo mismo”, pensé yo. El cambio era brutal, pero me gustó. Comencé a nivel escolar y poco a poco fui progresando. Pero empecé por dinero, porque me solucionaba la vida.

Me inicié con 18 años e hice los mínimos tiempos en todas las categorías. El reglamento exige unos mínimos en todas las edades. Dos años en primera regional, tres en preferente… Yo iba cumpliendo esos mínimos y ascendiendo. Tanto es así que tengo un récord personal. La Uefa exigía un mínimo de 20 partidos en Primera División para poder ser árbitro internacional. Con el famoso partido de Tenerife, cumplí esa cifra y pude arbitrar en Europa.

¿Qué hace que un niño quiera ser árbitro? ¿Qué tiene que tener un árbitro?

El árbitro es la única parte del juego que no tiene una afición que le siga. En primer lugar, nos gusta tener un principio de autoridad. El árbitro no deja de ser un juez, deportivo, pero un juez. Tiene que tener la predisposición y la facilidad para decidir en décimas de segundo. A veces aciertas y a veces te equivocas, pero eso forma parte de la profesión. Luego hay otra cosa fundamental: entiendo que te tiene que gustar el fútbol. A la inmensa mayoría de los árbitros nos gustaba jugar a fútbol pero éramos demasiado malos. No valíamos para eso. Yo jugué hasta tercera regional, de lateral izquierdo, a pie cambiado… Me encantaba el fútbol, pero veía que no tenía mucho futuro. Sin embargo, el arbitraje poco a poco me fue gustando. A medida que vas ascendiendo, lo disfrutas de verdad.

Lo más complicado son las categorías de abajo. En primer lugar, por la protección. En segundo lugar, porque el nivel técnico de los jugadores no es el mismo. Ahí es donde se curte un árbitro. Pasar por eso es requisito ineludible. Cada año, cada categoría es un proceso de aprendizaje. Muchas veces inconsciente, pero con el tiempo te das cuenta de que resuelves situaciones distintas cada temporada.

¿Nos cuesta ver al árbitro como una persona?

El árbitro es una personita normal y corriente. Recuerdo cuando estaba en primera división y la gente me reconocía y hablaba conmigo por la calle. Les extrañaba que fuera un tipo normal. Una cosa es llevar un uniforme y otra cosa es lo que eres cuando no lo llevas puesto. Tienes tus pasiones, tus inquietudes, como todos… Y es cierto que el árbitro se siente más arropado por jugadores que le entienden o le respetan.

En mi época hablábamos mucho con los jugadores. El diálogo mejoraba el juego: el futbolista te decía que te habías equivocado y tú reconocías tu error. Normalidad. Ahora no. Todos los diálogos se ven, todo se oye, está todo demasiado medido. Me parece que todo es muy artificial ¿Cómo no te vas a equivocar? La diferencia está en aceptar que has podido equivocarte y en evitar el error en la siguiente ocasión. Hay cosas que ves y otras que no ves. A veces crees ver algo que no ha pasado, el jugador intenta engañarte… es una dicotomía complicada de entender. Por eso cuando dentro del campo algún futbolista te entendía, te pedía una explicación y te respetaba, nos lo ponía más fácil a todos. En primera división hablabas con la gente con una naturalidad tremenda, que creo que se está perdiendo…

Mi mejor recuerdo como árbitro fue un Barcelona-Atlético en el Camp Nou. Fue un partido precioso, de esos en los que todo te sale bien y eres parte de un gran espectáculo.

¿Cuál es su mejor recuerdo en el arbitraje profesional?

Fue una vuelta de cuartos de final entre el Barcelona y el Atlético de Madrid en el Camp Nou. Es el partido más bonito que he pitado. Lo disfruté muchísimo. Es un encuentro histórico, el de una gran remontada, que acabó 5-4. Con cuatro goles de Pantic; en el Barcelona estaba Ronaldo Nazario. Fue un partido precioso, de esos en los que todo te sale bien y eres parte de un gran espectáculo. Llegamos 0-3 al descanso y pensábamos que íbamos a tener un día tranquilo (risas). Salimos en el segundo tiempo y todo cambió. 1-3, 2-3, 2-4… después 3-4, 4-4 y, en el tiempo de descuento, Figo hizo el 5-4 en un córner. Recuerdo que ese gol clasificaba al Barça, porque el empate le valía al Atlético de Madrid. Desde el punto de vista del arbitraje también fue un partido especial, en cursos de la Uefa utilizaban jugadas de ese encuentro para árbitros que se iniciaban en las competiciones europeas.

¿Y el peor?

Un partido de promoción entre el Rayo Vallecano y el Mallorca. Me alegro de que hayan quitado ese formato, era demasiado cruel tener que pelear por la permanencia en una eliminatoria. En los finales de temporada, me gustaba arbitrar encuentros en los que hubiese cosas en juego. Pero aquel partido fue demasiado, casi una guerra. En 7 minutos había expulsado a dos futbolistas, uno por cada equipo. El partido acabó con cuatro expulsados y me tocó ser el juez de una dura batalla.

¿Nunca fuiste agredido?

No, he tenido esa suerte. Y mira que es difícil, pero nunca jamás. En algún partido en Segunda Regional tuve que salir corriendo. En otra ocasión, en un pueblo perdido un tipo me amenazó con una sierra. Ha habido alguna intención, pero nunca ha llegado a más. En un partido en primera división, un Valladolid-Athletic de Bilbao, un tipo quiso golpearme en los vestuarios. Más tarde, cuando pedí que lo identificaran, descubrí que había sido el delegado del Gobierno en Valladolid…

Gran ejemplo…

En el fútbol las personas se transforman de manera increíble. Yo iba a ver los partidos del Teruel y conocía a un director de prisiones. Era el tipo más amable, educado, encantador que te puedas imaginar. Un día en el palco, durante un partido, la misma persona insultaba al árbitro, era irrespetuoso… se había vuelto un energúmeno. Tuve que girarme varias veces para asegurarme de que se trataba del mismo. Ese día aprendí que el fútbol tiene la capacidad de cambiar a las personas.

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Arbitró alrededor de 30 partidos internacionales.

Recuerdo especialmente un Manchester-Juve en Old Trafford. Fue impresionante. Allí cada córner es como si fuera un penalti. Es increíble. En el momento en que el equipo local coge el balón y pasa al campo contrario ya hay un ruido maravilloso. Todo está muy bien organizado. Allí los hooligans están muy bien controlados, cuando salen fuera es cuando disfrutan. No me extraña que Inglaterra sea la cuna del fútbol. Ese recuerdo sí que lo tengo siempre presente, fue una experiencia muy bonita.

No hice demasiados partidos de relevancia en Europa porque los árbitros internacionales dependen de la época y de con quién coincidan. En mi época estaban Manolo Díaz Vega y Antonio Jesús López Nieto que eran los grandes referentes a nivel Uefa. Los que estábamos ahí detrás no podíamos avanzar mucho.

Unos grandes jueces de línea hacían bueno a un árbitro normal como yo.

¿Seleccionaba a los líneas?

En mi época, sí. Tenía a mis líneas de confianza. Uno era Fernando Tresaco, los otros podían ir cambiando. Con Fernando había una sintonía total, no necesitaba ni que levantara la bandera. Me ha ayudado a señalar muchos penaltis, se atrevía a decirme que me había equivocado y yo siempre rectificaba. En el Bernabéu, en un Real Madrid-Espanyol recuerdo que pité como una flecha un penalti. Él me dijo que había sido fuera y yo cambié la decisión. Siempre me fiaba de Fernando. El juez de línea tiene que estar pendiente del jugador y del balón y es casi imposible estar a las dos cosas. Recuerdo que Fernando se guiaba también de su oído, del golpeo del balón y del movimiento del jugador. No fallaba una. Había veces que yo me extrañaba de sus decisiones pero las seguía a rajatabla. Pensaba que era imposible que hubiese acertado. Me decía, “en la tele lo verás”. Y siempre tenía razón. Era increíble. Fue el número uno en jueces de línea internacionales y no fue casualidad.

Estaba usted bien rodeado…

Unos grandes jueces de línea hacían bueno a un árbitro normal como yo. Y dos malos jueces de línea a un árbitro bueno lo hacen regular… Por eso nunca entendí que se cambiaran los jueces, como empezó a suceder en el tramo final de mi carrera. Establecieron categorías y unas veces estabas asistido por unos, otros días por otros. Nunca lo compartí, porque el equipo es el equipo y debe estar integrado por gente de tu confianza, a la que tú has formado y con la que compartas los errores y los aciertos.

Cuando Butragueño te decía que te habías equivocado, es que te habías equivocado

¿Qué jugadores han sido más respetuosos con su trabajo?

Butragueño era un caballero y un señor. Venía y te decía, “Celino, creo que te has equivocado”. Con una educación y un respeto admirables. Y cuando Butragueño te decía que te habías equivocado, es que te habías equivocado… Yo con la misma educación le contestaba: “Emilio, lo siento, pero no puedo echarme atrás” y él respondía: “Estoy de acuerdo, Celino, no puedes”.

Butragueño era el emblema del Madrid en el famoso Tenerife-Madrid de 1993…

En aquel partido, hay una jugada clave con Fernando Hierro. El defensor del Tenerife, que está detrás, despeja con la mano y hace penalti. Yo no pude verlo porque Hierro es muy grande y me tapa la visión de lo que pasa a su espalda. Lo que vi es que el balón había salido desviado e intuí que Fernando Hierro le había dado con la cabeza. Esa misma jugada la había visto Butragueño en las mejores condiciones. Llegó y me dijo: “Celino, era penalti”. Después la vi por televisión y tuve que darle la razón…

Ahora hubiera pitado penalti, pero desde la televisión arbitra cualquiera…

El VAR es un instrumento maravilloso. Te da la opción de poder rectificar ¿Y qué hay más humano que equivocarse? Hablando de nuevo del partido de Tenerife, imagínate que a mí me dicen “Celino, le han dado con el puño”. Ni siquiera hubiese necesitado verlo, pitaba el penalti inmediatamente.

¿Cómo ve la evolución del mundo del arbitraje en los últimos años?

El papel del árbitro ha cambiado sustancialmente. Ahora es mucho más fácil arbitrar. Actualmente no tienen la necesidad de involucrarse tanto. Y para mí eso le hace perder categoría al colegiado. Antes estabas en la obligación de decidir, expuesto, y eso marcaba una personalidad. Ahora puedes ser un tío flojito, a la espera de las instrucciones del resto…

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¿Qué opina del VAR?

El VAR es un instrumento maravilloso. Como árbitro me hubiera encantado tenerlo. No me hubiera equivocado casi nunca. Salvo en algunas jugadas de apreciación: hay acciones que hemos visto muchas veces y en las que no hay forma de llegar a un acuerdo. Pero el VAR te da la opción de poder rectificar. Y es algo que a mí me hubiera encantado ¿Qué hay más humano que equivocarse? Hablando de nuevo del partido de Tenerife, imagínate que a mí me dicen “Celino, le han dado con el puño”. Ni siquiera hubiese necesitado verlo, pitaba el penalti inmediatamente.

Estamos más cerca de la justicia, pero sigue siendo un sistema imperfecto…

La dificultad está en ver cuando interviene el VAR. Porque están surgiendo situaciones comparativas en las que es fácil cuestionar su aparición. ¿Por qué en una determinada jugada sí y en otra no? Pero ahí volvemos a la historia de siempre: la apreciación, el criterio del árbitro. Al final, siempre dependes de la apreciación de alguien: del que está en el centro de visionado, en la tele o en el campo… Eso no puede cambiar nunca. Estaremos viendo el partido tres y cada uno tendremos una opinión distinta. Y posiblemente los tres tendremos razón. Esa diferencia es parte de la maravilla del fútbol. El VAR es un gran instrumento siempre y cuando se limite su aparición a situaciones muy concretas. Si su uso se amplía mucho se perderá la esencia del juego.

Hay árbitros a los que les condiciona mucho la decisión del VAR, que pasan algunos minutos groguis después de su intervención…

Claro, porque no están acostumbrados a asumir sus errores en tiempo real. Yo lo interpretaría de otra forma. Pensaría que he acertado, porque han corregido mi trabajo y lo han mejorado. Pero eso ya va con la personalidad de cada uno…

Goyo Fonseca me hizo el hombre más feliz del mundo

En 8 temporadas en Primera División, supongo que ha tenido una relación especial con muchos jugadores…

Guardiola era un tipo inteligentísimo y educado: sabía cuando presionar, cuando intervenir. Recuerdo los conflictos con Hristo Stoichkov. Stoichkov daba la hostia y Guardiola aparecía para calmarme. Me decía: “Tranquilo, que ya lo conoces, está un poco loco…” Recuerdo también a Goyo Fonseca, precisamente en el Valladolid-Athletic del que hemos hablado. En una jugada concreta, él entra en el área y cae. Fue penalti para todo el mundo, pero yo vi que no le había tocado. Al acabar el partido, Goyo Fonseca reconoció que no le habían hecho penalti y confirmó mi acierto. Le llamé por teléfono y agradecí su gesto. Es la única vez en mi carrera que un jugador me ha hecho sentir el hombre más feliz del mundo.

Urizar Azpitarte fue uno de mis maestros y siempre seguí su consejo. Me dijo que si tenía una decisión meridianamente clara, tenía que ir con ella hasta el final. Siempre he aplicado esa máxima y que Fonseca me diera la razón fue algo increíble.

Cuando entras al campo, te sientes un juez imparcial. Solo ves colores y camisetas, nunca escudos.

¿Cuándo puede decir un árbitro que es de un equipo?

Todos tenemos nuestras preferencias, yo no puedo decir que no soy del Zaragoza y que no quiero que gane siempre el Zaragoza porque mentiría. Tenía la suerte de que nunca lo arbitraba. Me parece muy bien que esa norma siga en pie. Y luego hay equipos que te gustan más y otros que te gustan menos. Puedes tener debilidad por jugadores en un momento determinado. Es inevitable que tengas más afinidad por algunos futbolistas, como me pudo suceder a mí con Butragueño. Eso no quita para que una vez que entramos en el campo te sientas un juez imparcial. Y siempre ves colores y camisetas, no escudos. Tomas decisiones en función de lo que ves o de lo que no has podido ver. Es habitual que se hagan conjeturas, pero el arbitraje se basa en las decisiones que tomas en milésimas de segundo y las tomas en función de lo que ves o de lo que no has podido ver. Nunca piensas en si estás favoreciendo a uno o perjudicando a otro. En el campo, eres un juez y solo ves colores y camisetas, nada más.

¿Ve los partidos con los ojos de un árbitro o de un aficionado?

Siempre con los ojos de un árbitro, no lo puedo evitar. Mis hijos me echan la bronca, pero no puedo contenerme. Y siempre ves cosas que otros no ven, en medio de una jugada yo estoy pendiente del arbitraje y de los jueces de línea. Deformación profesional.

¿Tenía facilidad para detectar alguna acción en concreto?

Tenía una visión buena del juego y aplicaba muy bien la ley de la ventaja. En ocasiones el público me pedía que pitara antes de tiempo, yo veía el desarrollo de la jugada y esperaba. Alguna vez, esa misma acción ha terminado en gol y yo me volvía al público y les decía “¿Ahora qué? Tenía buen ojo para eso y la aplicación de la ley de la ventaja es uno de los factores que distinguen a los árbitros. Es fundamental entender el juego y dinamizarlo. Pitaba lo justo, no me gustaba intervenir en el desarrollo natural de un partido. Entendía y entiendo que adquirir el menor protagonismo posible en el juego es lo mejor para el partido y para el propio árbitro.

Antes de los partidos, Stoichkov me decía: «Celino, ya no te conozco». Y yo le contestaba: «yo a ti tampoco».

¿Era un árbitro dialogante?

Sí, mucho. Hablaba mucho con los jugadores. Con Hristo Stoichkov me llevaba de maravilla. Fuera del campo, nos saludábamos, nos veíamos… Entrábamos al campo y Stoichkov me decía: “Celino, ya no te conozco”. Y yo le contestaba: “yo a ti tampoco”. Le expulsé dos veces en el Nou Camp y salí del campo entre aplausos. Lo aguantaba hasta que era inaguantable. Me cargaba de mil razones y la gente me aplaudía cuando le expulsaba. Era un jugador genial, tenía una relación difícil con los árbitros, pero como persona era increíble. Salías del campo, te daba un abrazo y te decía: “me has expulsado de puta madre”.

 

Jorge Rodríguez Gascón.


 

Foto 1: rtve.es. Foto 2: foroacb.es / archivo EMD.

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