
El Real Zaragoza cayó ante el Almería en los Juegos del Mediterráneo, en un partido frío, casi solemne, que acabó marcado por un error de Jair y el acierto de Sadiq. El equipo de Iván Martínez se empleó con seriedad, mostró seguridad hasta el gol y pequeños signos de recuperación. Tras el tanto, fue incapaz de lograr el empate, huérfano de ideas y de soluciones en los metros finales. Gabriel Fernández tuvo la igualada en sus botas, pero sigue empeñado en cazar moscas en cada uno de sus zarpazos.
El duelo mostró la realidad de dos equipos, separados por un mundo en la clasificación y por detalles en los partidos. El Almería no necesitó un gran encuentro para llevarse los puntos. El Zaragoza precisa, por su parte, mantener todo bajo su control, generar un gran volumen de juego solo para presentarse en el área rival. Y también necesita que los aciertos del rival no corran a su cuenta. Jair Amador, héroe hace tres días, se equivocó de manera concluyente en Almería. Su pérdida, a campo abierto, permitió el último pase de José Carlos Lazo y la definición, pausada y medida, de Sadiq por encima de Cristian Álvarez.
El Real Zaragoza jugó con seriedad en el primer tiempo. Con paso seguro, fue tomándole la medida al partido. Se agrupó de manera coordinada en su campo y pronto se sacudió el dominio inicial del Almería. Eguaras progresó, con el horizonte abierto, Francho pisó el área e Iván Azón peleó como acostumbra. El canterano posee una armadura impropia de su edad; a veces parece poco sofisticado con el balón, pero tiene en mente una idea fundamental: la de ayudar siempre. Lo consigue a través de sus desmarques, de su juego aéreo y de una lucha sin cuartel. Mediada la primera mitad, Chavarría y Nieto mezclaron, lejos siempre del centro clave y del rematador esperado. Vigaray buscó a Zanimacchia, pero el italiano juega a tantas revoluciones que es casi siempre inútil encontrarle. Pese a la poca pólvora del equipo, en el resumen global, las ocasiones del primer tiempo fueron siempre zaragocistas: primero con un disparo tibio de Azón, después con un golpeo de Francho y, por último, con un remate de Jair.
El central quiso ser protagonista en el área rival y lo fue en la propia. Fue en la reanudación, cuando el Almería empezaba a mover su recámara y agitaba el partido a través de Corpas. Jair nunca apreció su condición de último hombre. Retuvo el balón y cuando levantó la mirada, Sadiq le había robado la merienda y había decidido sobre la salida de Cristian Álvarez. La respuesta del Zaragoza en el partido fue ilusionante, con el protagonismo de la cantera que define el paso de Iván Martínez por el banquillo, pero terminó por ser insuficiente en el Mediterráneo. El equipo aragonés necesitaba desborde y Raí y Luis Carbonell se presentaron en el partido dispuestos a cambiarlo. El brasileño mostró su fútbol ágil, años luz del que ofrece Zanimacchia cada partido. Carbonell dejó pinceladas en su debut, las muestras de un talento callejero, innato e inconsciente. Pidió el balón, regateó y puso algún centro venenoso.
El Almería conservó la ventaja con el rigor de un funcionario. Ni siquiera necesitó el gol de la sentencia, que pudo llegar en un disparo cruzado de Corpas. El equipo de José Gomes cerró la salida de Eguaras y tapó los pasillos que encuentra Francho Serrano. Pese al marcaje, el canterano midió su juego en busca de una acción final, casi a la desesperada. Chavarría centró y nunca esperó el remate Gabriel Fernández, incapaz de decidir a puerta vacía. El balón pasó por debajo de sus pies y con él se fue la suerte del empate en el partido.
Las dos jugadas claves del encuentro son el reflejo de este equipo. En ellas perdió un partido que había jugado bien, en el que fue capaz de discutirle el dominio y los puntos a todo un aspirante. La diferencia residió en los matices y en la tensión competitiva en el momento clave. En ellas se vio la inocencia de un grupo a través de dos de sus intérpretes. Jair y Fernández protagonizaron dos acciones que valen una derrota. En un equipo plagado de novedades, los pecados de juventud no los cometen los canteranos. Y los peores enemigos vistieron de avispa.