Jorge Rodríguez Gascón.

Iván Martínez se estrenó el viernes como primer entrenador del Real Zaragoza. De alguna forma, cumplía dos sueños en uno solo. O mejor dicho: lograba en el segundo que mereciera la pena no haber conseguido el primero. Iván Martínez estuvo cerca de debutar en el primer equipo del Real Zaragoza. Hace no tanto era un lateral aguerrido. Años más tarde, tras vivir del fútbol de barro, decidió que quería ser un estratega. Después de construir y dar vuelo al mejor Zaragoza de la historia en etapa de formación, alcanzó el primer equipo. Lo hizo en el centro de un incendio, con el club al borde del descenso, más pendiente del qué dirán que del juego. En tres días apenas se habló de fútbol. Releímos comunicados, escuchamos ruedas de prensa y revisamos el sueldo de los directivos con el afán de descubrir otra vez que no se lo merecen. A pesar de todo, la de Iván Martínez seguía siendo una historia bonita: su oportunidad era un premio a la cultura del esfuerzo, al talento de formación y al fútbol de cantera. El técnico se medía además en su debut a uno de sus maestros, el Cuco Ziganda. Pero, como todo el mundo sabe, hace mucho tiempo que en La Romareda no se cumplen los sueños.
El Zaragoza perdió y solo la derrota del Albacete en Lugo evitó que viviera el domingo en puestos de descenso. De un nuevo entrenador se espera un cambio de sensaciones y resultados diferentes. Se confía en eso y en algún imposible: que los jugadores no parezcan tan débiles como eran anteayer. La mejora en el juego llegó a medias. El resultado, sin embargo, fue el mismo que el que tumbó a su predecesor. Iván Martínez descubrió que en las primeras veces se analizan todos los detalles. Su palabra ante los medios, sus instrucciones desde la banda, su reacción ante los resultados. Pocas decisiones hay tan definitivas como su primera alineación, que se interpreta como una declaración de intenciones.
Iván Martínez eligió el rombo en el centro del campo y le entregó las llaves de la media a la vieja guardia del equipo. Javi Ros, Íñigo Eguaras y Alberto Zapater conocen el sistema desde hace tiempo. Sucede que en ese tiempo han perdido las facultades que les hicieron destacar en el dibujo. Martínez descartó a Francho Serrano en el once, como aquellos padres que no ponen a sus hijos para evitar el reproche del resto. Serrano se asoma a la terraza para mirar a La Romareda desde que era niño. Y en este Zaragoza pleno de dudas, está para jugar siempre.

En su afán por anticipar el juego, Iván Martínez pensaba que la reestructuración del equipo en el segundo tiempo podía dar aire al grupo y presencia en el campo contrario. El técnico no esperaba el gol que adelantó al Zaragoza ni vio venir el empate del Oviedo. No pudo frenar la depresión de su equipo tras el descanso. Intuyó, eso sí, que la irrupción de Igbekeme y Francho Serrano mejoraría al Zaragoza. Pero llegó tarde, cuando el marcador ya sonreía a los visitantes.
La reacción del equipo vino precedida de un cambio de formación. Esa es una de las virtudes de Iván Martínez, la de saber ajustar al equipo sobre la marcha, la facilidad para corregir al grupo ante los imprevistos. El rombo pasó a ser un 4-3-3 y Bermejo y Zanimacchia encontraron su sitio en el partido. Fueron minutos de amenaza aunque no hubiera cierre en las áreas. El Zaragoza se pareció en ese tramo al equipo que Iván Martínez quiere ver. Se pensaba en el agobio de los últimos minutos, en el empuje final de un grupo que se empezaba a encontrar. Pero las posibilidades se perdieron con la expulsión de Alejandro Francés, un chico que tendrá un largo recorrido en Zaragoza, pero al que le ahora afectan los nervios del principiante. No midió bien y la jugada le dolió especialmente a Iván, como el fallo de uno de los suyos.
Tras el partido, el técnico se percató de que también los estrenos pueden ser dolorosos. Descubrió las limitaciones de su plantilla y el recorrido real de muchos de sus jugadores. El curso de la temporada avanza, a la espera de que el Zaragoza mejore a través de pequeñas victorias en cada duelo. Mientras tanto, el reloj y los resultados correrán siempre en su contra.
En rueda de prensa, Iván Martínez dejó claro que la recuperación del Zaragoza pasa por el trabajo sostenido y por el cuidado de los detalles. El técnico sabe, un día después de su debut, que en La Romareda ya no se escriben cuentos de hadas.