Jorge Rodríguez Gascón.
El Real Zaragoza se desangra desde que el fútbol regresó. Y resulta doloroso recordar algunos de los lemas que han acompañado a este equipo y la vuelta de la competición. “Nos puede el corazón”, “No es fútbol; es La Liga” o “Volver es Ganar”. El primer eslogan es una frase de Víctor Fernández, que justificaba desde la emoción su continuidad con el Zaragoza. A Víctor le pudo el clamor popular, “no pudo ser insensible ante el cariño de la gente”. Hasta el parón por el coronavirus, contábamos una historia feliz: el Zaragoza volaba en los partidos y Víctor Fernández planeaba el regreso del equipo a Primera División con todas las garantías. En el tramo final, hemos contado el desengaño más triste de los últimos tiempos.
Los dos siguientes lemas pertenecen a La Liga y se le atribuyen a un Javier Tebas que ha hecho un gran esfuerzo porque el fútbol se reanudara. Del mandamás de La Liga siempre se han sospechado algunas cosas, entre ellas que no le tiene demasiada simpatía al Zaragoza. Y probablemente no le va mal que el equipo esté en el mismo sitio al año que viene: el Zaragoza es un mal pagador en Primera y un equipo rentable en la difusión de la Segunda. También el club al que peor le ha sentado un fútbol que es menos fútbol. Aún así, en el resumen del regreso no caben las excusas: el Zaragoza ha perdido el ascenso directo más fácil de la historia. Volver fue su peor derrota. Volver, especialmente, al ritmo al que ha vuelto. Y ninguna pieza del club y de la institución sale bien parada en este fracaso. Los directivos siguen utilizando la leyenda de su técnico como escudo y los jugadores se han derrumbado y arrastrado en el momento de la verdad. Las derrotas ante Alcorcón, Almería, Huesca, Girona, Rayo Vallecano, Oviedo y Albacete dan cuenta del ridículo en el cierre.
Víctor Fernández acaba de ser ratificado como técnico para el playoff, una señal inequívoca de que está más cuestionado que nunca. El equipo se ha caído sin que él supiera encontrar una respuesta. Incluso preocupa esa facilidad para hablar de las gradas vacías, de las lesiones, del presupuesto y de las decisiones arbitrales como coartada ante las oportunidades perdidas. Quizá su mayor error ha sido querer ser el mismo de siempre en un fútbol totalmente distinto, sin precedentes. Ha limitado el vuelo de la plantilla, no ha creído en las posibilidades que ofrecía su banquillo y ha quemado en el camino a los mejores futbolistas. El equipo no se ha preparado lo suficiente en el plano físico, superado en todos los encuentros por los rivales directos y también por los equipos más necesitados. Sin soluciones tampoco en el dibujo, le ha entregado las llaves de la defensa a Atienza, autor de los mayores crímenes que se recuerdan en La Romareda.
El playoff, por el formato y las condiciones, se parece más al fútbol que acabamos de descubrir que al que siempre hemos conocido. Es un juego que no espera a nadie y que no suele agradecer las dinámicas de los vencidos.
Ni siquiera con el corazón parece lógico esperar ahora un milagro.