OPINIÓN

El saber (estar) no ocupa lugar (en el campo)

Manu Galvez.

miguel linares marca

Que no hay justicia es algo que todo el mundo sabe. Que el trabajo es algo que tampoco hará que consigas los objetivos que te has propuesto, también es evidente. Este mundo ni es justo ni premia el trabajo bien hecho, es la suerte, el azar, caer en gracia, lo que hace que alguien pueda ver todas esas virtudes que todos tenemos. Lo importante en este mundo es que alguien con poder de verdad sobre lo que a uno le gusta hacer y sabe que tiene cualidades, sepa verlas y apostar por nosotros.  Hay que agarrarse a esas injusticias que todos sufrimos y seguir trabajando con todas nuestras ganas en eso que anhelamos para que algún día se cumpla el sueño y alguien vea nuestro talento antes que la ilusión que desprendemos. Muchos querrán quitarnos esa ilusión, esa chispa que hace encender nuestro ánimo y seguir haciendo eso que amamos. Muchos querrán arrancarle la cabeza a nuestra ilusión, dejarla desangrarse, llenar de un vino hecho de plaquetas, oxígeno y pasión el suelo poco sólido sobre los que siempre se cimientan los sueños, sangre alcohólica, que coloca como ninguna otra bebida.

Linares es uno de los nuestros. Un zaragocista con el escudo del león tatuado en el corazón. Casi nadie es profeta en su tierra y en Aragón esa frase no es excepción precisamente, sino quien confirma la regla. Miguel es un trotamundos del fútbol, un currante que se ha recorrido España marcando goles con una sola idea en la cabeza, hacer los méritos suficientes para volver a jugar en el equipo de su vida.

En mi artículo anterior escribí que una de las razones para que Papu y Pombo salieran de nuestro equipo serían sus pequeños actos anti-sistema, lo que la gente suele llamar pequeños actos de indisciplina o rebeldía, jugadores que se rebelan contra su situación con una huelga de brazos caídos o lo que es mejor manteniendo las formas por las que están siendo juzgados. Pero este no es el caso de Miguel Linares, un jugador que nunca se ha quejado por su situación, que se ha mantenido callado cuando era muy difícil estarlo y que solo se ha comunicado a través del esfuerzo mostrado en cada entrenamiento. Quién toma decisiones muchas veces no es justo y actúa motivado por sus propias manías. Si eres un jugador talentoso y trabajas poco y además te quejas, no juegas. Si eres un jugador de lucha, de trabajo, y con olfato de gol, y sigues demostrando en los entrenamientos tu casta y profesionalidad, marcas algún gol los pocos minutos que juegas y además no te quejas, tampoco juegas. No es fácil acertar con las personas. La justicia es ciega, pero la venda solo tapa un ojo.

Linares hizo unas declaraciones que son un orgullo para todos nosotros una vez terminado el partido de copa contra el Mallorca: “Cada minuto que juego en La Romareda es un orgullo y lo disfruto como ninguna otra cosa”. Su partido fue espectacular, no paró de correr, de desmarcarse, de ofrecerse a sus compañeros, de ofrecer alternativas y su trabajo tuvo el premio del gol. La justicia se tuvo que quitar la venda.

Víctor, entrenador al que le reconozco sus muchas virtudes, pero también tiene muchos defectos y eso no me hace menos zaragocista ni ver menos sus méritos ha conseguido que en muchos momentos de la temporada pensáramos que solo teníamos un delantero, Luis Suárez, tras la lesión de Dwamena,  y después dos con la adquisición en forma de cesión de Puado, todo un acierto de Víctor, que ya lo conocía. Pero en ese periodo de “entreguerras” parecía que no había un jugador en la plantilla que también era delantero, y lo constató el día que jugó en Fuenlabrada con tres mediapuntas en ataque cuando no pudo jugar nuestra bestia colombiana. Linares estaba allí, no estaba lesionado, sino algo peor, había desaparecido, era el hombre invisible, podía dudar de su existencia, cuestión metafísica, casi filosófica.

Linares siguió entrenando, la lengua se la había comido el gato al principio de temporada y no había sido repuesta por otra. Sigue sin contar para el entrenador, solo juega cuando a su parecer no le queda más remedio  y el fichaje del delantero portugués Pereira es un nuevo obstáculo a batir. Y es que el saber estar no ocupa lugar en el campo. Lo único claro es que el Zaragoza tiene cuatro delanteros que se dejan la piel por nuestro escudo, pero solo uno sabe que jugar en La Romareda hace que merezca la pena toda una vida.

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