José Luis Loreto (Sevilla, 1971) jugó en un Zaragoza de leyenda. Formado en la cantera del Betis, pasó por el Córdoba y recaló en el equipo de Víctor Fernández. Se define como un jugador poco importante del equipo más importante de nuestra historia. Era un delantero hábil, intuitivo y veloz. A pesar de que nunca tuvo demasiada continuidad, valora el aprendizaje al lado de una gran generación de futbolistas. En aquel 1995 vivió desde dentro un éxito inolvidable: la Recopa de París.
¿Qué tipo de jugador era Loreto?
Era un futbolista honrado, que tenía gol, vivo, rápido. No era demasiado espectacular, no hacía bicicletas. Era muy directo. Leía bien las jugadas, en las zonas cercanas al gol. Era un futbolista muy complicado de defender.
Llegaste aquí muy joven, en 1995, un año histórico para el Real Zaragoza. Te diste cuenta muy pronto de que llegabas a un gran equipo… Casi en el primer rondo…
Eso es cierto. Lo he contado muchas veces y la gente no se lo cree. Fue algo brutal. Yo debuté en el Betis y venía del Córdoba. Había sido internacional 7 veces en categorías inferiores, conocía el fútbol profesional. Pero recuerdo que cuando llegué en la pretemporada, los primeros rondos fueron brutales. De 10 minutos, yo me pegaba 4:30 en el centro. Había una calidad tremenda en aquel equipo, futbolistas con unas condiciones increíbles. El primer día pensé: “jodo, ¿qué es esto?”. Con el paso del tiempo, aún lo certificaba más. Muchas veces me dicen que a lo mejor debería haber ido a otro equipo, pero yo creo que viví una temporada espectacular. Costaba mucho jugar, era una plantilla amplia, llena de calidad, desde el primero hasta el último. Aunque no jugara mucho, tuve la suerte de vivir un año irrepetible.
Vivir lo que viví yo aquí fue una suerte y un aprendizaje brutal para lo que me vino después.
-Te defines como un jugador poco importante en un equipo muy importante… ¿Qué tenía aquel equipo, también como grupo humano?
Cuando suceden este tipo de éxitos, como ganar una Recopa, no es solo porque tienes un buen equipo. Aparte de la calidad que tenían los jugadores, era la relación que teníamos y que aún tenemos entre nosotros. La conexión con la afición… Aquel equipo venía de ganar la Copa del Rey, rodaba cuesta abajo. En el segundo año, esa línea continuó. La verdad es que desde el principio sentí que en la Recopa se podían hacer cosas importantes. Veía el potencial de aquel grupo. Llegar a París y ganar ese trofeo no creo que vaya a suceder muchas veces.
¿Quiénes te impresionaban de aquel equipo?
Decir solo unos pocos es injusto, había muchísimos jugadores con una calidad tremenda y con inspiración. La calidad la puedes tener pero la inspiración nace del talento natural de los jugadores. Y ese equipo estaba lleno de las dos cosas. Poyet era un jugador muy espectacular, tenía buena presencia física y llegaba desde atrás, marcaba muchos goles y hacía mucho daño… Santi Aragón manejaba como nadie el centro del campo… Pardeza tenía un gran regate en corto… De todos ellos podría decirte cosas buenas. Atrás Cáceres, Aguado, Solana, Belsué. El mejor ejemplo lo tienes en Cafú, que fue campeón del mundo y que en la final de París no fue ni convocado…
¿Qué recuerdas del viaje a París, de la entrada en el campo, de la celebración posterior…?
Creo que esas imágenes las tenemos todos grabadas. Desde la llegada a París, al hotel, separados de nuestras familias, los viajes… Recuerdo que compartía habitación con Darío Franco y que solo iban convocados 16 y que en la expedición estábamos veintitantos. Estaba de los nervios, porque temía que no me convocaran. Recuerdo que Gregorio, el utillero, me dijo por la mañana que si no le invitaba a un café, me quitaba la camiseta. El venía de colocarlas en el vestuario y eso significaba que yo estaría en el banquillo. Ahí se me pusieron los pelos de punta. Era una alegría estar entre los elegidos pero también era una gran responsabilidad. Pasé nervios y sentí mucha alegría al entrar al estadio. Entonces ya había unos 10.000 espectadores del Zaragoza, vivir aquello fue increíble. Y ya no hablamos de la vuelta, fue todo una locura.
¿Qué le dirías a la gente que no ha vivido una época así en el Zaragoza?
Ganar un título de esas dimensiones es muy difícil de repetir. Lo que sí que tengo claro es que este club va a estar arriba otra vez. Una vez consolidado, volverá a ser de los 6 mejores clubes de Primera División. Por circunstancias de la vida, ahora está donde está y el proceso de recuperación de un enfermo no es sencillo. Estamos ahí, tomando pastillas diariamente, recuperándonos. Tarde o temprano, el enfermo volverá a caminar, volverá a correr y hará todo lo que este club se merece…
Hablando de aquel partido, si un gol te pilla fuera del campo, mejor que te pille calentando…
(Ríe) Estuve toda la segunda parte calentando e incluso en el gol de Esnáider, quise celebrarlo con él. Él me paró, con la cara de loco… Fue un espectáculo de partido… Más que calentar, estabas pendiente del juego. Miraba el marcador… ¡Y llegó el gol de Nayim! Más que la ejecución, que es un golpe de inspiración y de talento, el gran mérito está en hacerlo en el momento en que lo hizo. Ese gol lo marca en el primer minuto de la prórroga y no hubiera sido lo mismo. Lo marcó cuando faltaban 30 segundos para acabar. Fue una imagen brutal. Todo el mundo miraba hacia arriba y ver ese balón entrando en la portería de Seaman fue increíble.