Jorge Rodríguez Gascón.
El Real Zaragoza regresa a su estadio para jugar contra un equipo al alza. El Cádiz venció en la Romareda hace menos tiempo que el propio Zaragoza. El equipo aragonés no gana como local desde el 12 de septiembre, en Copa, y desde el 19 de agosto, en la primera jornada de liga. Aquel partido ante el Cádiz, del 17 de octubre, sirvió para agravar una crisis que aún no ha cicatrizado. También para dar por terminada la etapa de Idiakez en el banquillo, cuya destitución se pospuso cuatro días. El Cádiz logró tomar impulso ante nosotros y ahora practica un fútbol feliz, vertical y ambicioso. Ha enlazado cinco victorias consecutivas y ha pasado de estar en la zona comprometida de la clasificación a bordear los puestos de playoff.
La victoria del Cádiz en la Romareda tuvo un actor principal: Manu Vallejo, que marcó el único gol del encuentro. Veloz, habilidoso, eficaz; posee el descaro de la juventud y la magia de los que llegan para quedarse. Si alguien pudo impedir la victoria gaditana fue Javi Ros, que ha adquirido un papel esencial en este Zaragoza. El tudelano ha portado el brazalete de capitán y ha asumido el liderazgo simbólico de la plantilla. En ese encuentro, los dos grandes protagonistas se midieron en una jugada especial. Jairo, un mediapunta fino y habilidoso, buscó la carrera veloz de Manu Vallejo. Alguien se había quedado enganchado, anulando el fuera de juego. No era otro que Javi Ros, que corrió para hacer el quite del perdón.
Ningún otro defensor del Zaragoza persiguió la jugada, esperando la sentencia de Vallejo ante Ratón. El delantero gaditano amagó y burló al portero. Disparó escorado, casi a puerta vacía. Y cuando el estadio ya lamentaba el segundo tanto del Cádiz en la Romareda, Javi Ros llegó para evitarlo. Se lanzó sin reservas y frustró el gol cantado de Vallejo. Aquella acción no tuvo demasiada incidencia en la eliminatoria, pero fue un bonito fotograma, una de esas pequeñas victorias que alegran las derrotas. La jugada duró 8 segundos, el tiempo suficiente para definir a un futbolista.
Ros encarna el valor de los modestos en un deporte colectivo. Es un gregario con madera de líder, un futbolista carismático, ejemplar en el esfuerzo. Posee muchas virtudes y algunas limitaciones: recibe, apoya, protege e inicia el despliegue. Elige, dirige, se equivoca y mejora desde el error. Ros es, por encima de todo, un jugador de equipo con un gran sentido de la responsabilidad.
En un Zaragoza joven, sin demasiados referentes, la plantilla valora la jerarquía de Javi Ros. También la lealtad que muestra con los que creyeron en él. A nadie le dolió el despido de Idiakez como al tudelano. Ros pudo alargar la vida de su entrenador y su abrazo en el gol ante el Tenerife mostró una sintonía especial entre los dos. En los primeros partidos de Alcaraz, quizá castigado por la fidelidad a su predecesor, el 10 vio las derrotas del Zaragoza desde el banquillo. En la última victoria del equipo aragonés, como en todas las de esta temporada, Ros volvió a ser fundamental.
El Zaragoza se mide al Cádiz en la Romareda. Tras superar una lesión muscular, Ros puede regresar a la convocatoria. Se enfrentará a Manu Vallejo, el gran descubrimiento de la competición. Es probable que ninguno de los dos haya olvidado la jugada en la que se encontraron.