CRÓNICAS, OPINIÓN

Un partido para olvidar

Jorge Rodríguez Gascón.

COPA DEL REY ZARAGOZA 18/19 CADIZ 18/19

El Zaragoza jugó ante el Cádiz uno de los partidos más tristes que le recuerdo. Al menos, de los que yo he visto en directo. Sintió que no había nada en juego. Como si la Copa, una competición a la que le debemos parte de nuestro prestigio, no mereciese ningún tributo. El Zaragoza fue un equipo sin alma, sin sentimiento, sin causas por las que luchar.

La plantilla parece cada vez más alejada de su entrenador. Si alguna vez lo hizo, Idiakez ya no convence a casi nadie. Los mayores signos de entusiasmo de la grada se centraron en pedir su cabeza. Su destitución ha sido aplazada, a la espera de que la institución encuentre un sustituto adecuado para un equipo en horas bajas. A la espera también de una reacción improbable. Elegir un nuevo técnico no será fácil para el Zaragoza. Lalo Arantegui es el mayor defensor de Idiakez y su cese supone admitir un error que no estaba previsto. Tampoco será sencillo encontrar un entrenador capaz de reconducir un proyecto que se tambalea en octubre. A cualquiera de las opciones les asusta, además, una plaza en la que se devora técnicos con tanta frecuencia.

El Cádiz fue mejor que el Zaragoza en la Romareda. Más cómodo sobre un césped impoluto, dueño de las mejores ocasiones; fue capaz de generar fútbol a la carrera y de mostrar una vez más las debilidades del equipo aragonés en defensa. Manu Vallejo marcó el gol del triunfo, pero el Zaragoza le debe a Ratón y a Javi Ros que la victoria no fuese  más holgada. La Romareda premió una acción heroica de Ros, aplaudió las apariciones de Soro, se entusiasmó con el regate de Aguirre. Se desesperó, por el contrario, con el fútbol horizontal del Zaragoza, con el eterno pase hacia atrás y con los indicios del juego posicional mal entendido. El servicio de ida y vuelta entre Grippo y Perone duele a la vista y es, en el fondo, una invitación al sufrimiento. Es el pase que más se repitió ayer y puede valer como resumen de este inicio de temporada. El partido fue también una oportunidad perdida para los secundarios; casi ninguno estuvo a la altura del escenario. En el último tramo del partido, el Zaragoza ni siquiera agobió al Cádiz. Una vez más, un equipo que llegaba con dudas a la Romareda encuentra en el Zaragoza el trampolín que necesitaba.

A pocos metros del estadio, un zaragocista cualquiera hacía cola en un parking. Se sentía solo y buscaba la complicidad de algún aficionado tan enfadado como él. En el fondo, hablaba para sí mismo, sin la intención de que nadie le escuchara. Llevaba el kit completo del aficionado: camiseta recién estrenada, gorra y bufanda. Antes de recoger el ticket de estacionamiento, pude oír alguna de sus quejas: “Este parecía que iba a ser nuestro año ¿27.000 abonados? 27.000 ilusos que no se merecen esto”.

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